El regidor Miguel de Mondéjar y Teresa de Jesús en Villanueva de la Jara
Un 21 de febrero de 1580 llegan a Villanueva de la Jara el grupo de monjas encabezadas por Teresa de Jesús y Ana de San Agustín. Venían del convento de San José de Malagón (Ciudad Real) tras 8 días de viaje alcanzan La Jara. El pueblo entero muestra fervorosidad, las autoridades y nobleza pleitesía. El agricultor y regidor de la villa Miguel de Mondéjar ofreció su propia casa a Teresa de Jesús, la futura santa permaneció un mes.
Tanto en la entrada al pueblo, como en la romería donde se produce el milagro de Santa Ana. Teresa de Jesús y su delegación recorren el pueblo para encontrarse con las nueve mujeres que el concejo había denunciado, mal vivían.
En tanto que las nueve almas jareñas que se habían encerrado en la ermita de Santa Ana viven en paz, aun necesitadas de un «cierto» orden; los poderes públicos, parecen repudiar ese acto de valentía y generosidad, que es entregarse a los demás. Si Teresa funda en el pueblo, quedarían recogidas a ojos de los demás.
Las huellas de Santa Teresa brillan en La Jara, Cuenca
Teresa de Jesús detesta que las muestras materiales por parte de quienes ostentan el poder solo busquen un propósito tangible, cuando de lo que trata su llegada es inmaterial y bondadoso. De hecho lleva tres años negándose a fundar en La Jara. No entiende de agasajos, solo comprende la vida hacia Dios y muestra templanza en que el camino de la iglesia se extienda terrenalmente salvando almas.
Parece ser que acabando un día de comulgar, el Señor le manifiesta su voluntad y pone en sus manos la responsabilidad de construir un convento en la localidad jareña esta sería, pues, la razón de su desembarco en Villanueva de la Jara.
La llegada de la comitiva, que llevaba ocho días de trayecto para alcanzar Villanueva de la Jara, produce una gran devoción y algarabía en la población. Durante las recepciones, las autoridades, regidores y demás poderes públicos intentan abarcar su presencia, tal vez buscando ser precursores del logro. Miguel de Mondéjar, un agricultor rico, que además es regidor del concejo, recibe en su casa a Teresa de Ávila y al acceder a la vivienda, la religiosa observa que junto a él se encuentran sus tres hijas.
Las hijas de Miguel de Mondéjar en Villanueva de la Jara, fueron elegidas por la Madre Teresa de Jesús como novicias del Convento de Santa Ana. “Las tres”.
– Estas tres hermanas entrarán monjas y profesarán en el convento que hemos venido a fundar. Dijo Teresa de Jesús.
Mondéjar, confundido y sorpreso ante la determinación de Teresa de Ávila, discrepa objetando que, según a él le parecía, sólo la mayor podría ser la que, de las tres, tuviera posibilidades de afrontar tal encargo.
Miguel de Mondéjar y Santa Teresa en Villanueva de la Jara
El diálogo entre Teresa de Ávila y don Miguel de Mondéjar se reduce a una orden que la religiosa despliega sobre el acomodado Mondéjar.
-¿La mayor no más? Todas tres lo han de ser como lo he dicho; en esto no hay que dudar.
¿Qué percibe la santa en las tres iluminadas para recogerlas a cobijo en las Descalzas?. Acaso se tratará de dotar al convento de intelectualidad y ayuda económica, si fuera menester en caso de dificultades económicas; o su decisión desvela un motivo más solidario.
Las tres hijas de Mondéjar entraron como novicias, condición impuesta por la Madre Teresa de Jesús.
Cambio de nombres de las hijas de Miguel de Mondéjar
Una de las hijas de Mondéjar, llamada Apolonia, fue carmelita descalza bajo el nombre de Josefa de la Encarnación. Y aunque se resistió un tanto, dado que le habían salido casamientos por ser su padre tan rico, finalmente profesa en el convento. Sus hermanas van formando parte de la comunidad de religiosas jareñas, incluso una niña de poco más de diez años, llamada Isabel de Loaysa será monja de las descalzas de Villanueva de la Jara. El cambio de nombre, como se tiene fe que se producía, renueva la identidad femenina que se encierra en los muros del Convento de Santa Ana. La hija mayor de Mondéjar se llamaría Isabel de Jesús. Otra pasaría a ser Francisca de Eliseo.
Existen controversias sobre este asunto, pero el caso es que Mondéjar se ofrece ante los demás a dar morada a la religiosa. ¿Tal vez buscaba sanar sus pecados?. ¿Y cuáles de estos pecados podría perdonar la iglesia por medio de su emisaria más reivindicativa?. Dicha actitud podría enmascarar motivos que, como sucede en otros casos, quedarán en el silencio bajo los siglos transcurridos.
Teresa de Ávila no vive en un limbo. Pese a llegar a levitar en estado de trance oracional, la santa es realista y sabe que los aportes externos alivian la dificultad que, en ocasiones, vive la comunidad. Se llegaba a pasar hambre, dice alguna vez; pero qué es el hambre comparada con el sacrificio que hizo el Señor por el mundo.
La casa de Miguel de Mondéjar se encuentra ubicada en la Calle Nueva, a pocos metros de la Plaza Mayor. Esta casa tiene en su fachada una placa conmemorativa que certifica que Santa Teresa de Jesús vivió entre esos muros.
La casa de Miguel de Mondéjar en Villanueva de la Jara donde se alojó Teresa de Jesús
La celda que ocupa es la estancia primera al entrar en la casa, no en la planta superior, que suponemos vivía la familia. Poco se sabe sobre lo que entre las paredes de la casa de Mondéjar sucede en los treinta días que Teresa de Jesús permanece en La Jara. La Madre Teresa está entregada al comienzo de la construcción del convento, cosa que en un mes va muy avanzada.
Si ánimo de hacer cabilas, lo que la historia nos ofrece en los escritos no se ha de entrar en conjeturas de veracidad; entendemos que -como sucede en nuestros días- la opacidad también existía en aquella época.
Vemos cómo la llegada de Teresa de Jesús cambia la vida de Villanueva de la Jara, que ya cuenta con una historia de algo más de un siglo emancipada de Alarcón.
Era una época en la que, en muchos casos, la mujer apenas suponía un mero instrumento con el que prorrogar las generaciones. Se procuraba arreglar matrimonios, buscando que nacieran varones, de lo contrario la estirpe desaparecería.
Mujeres de buen apellido víctimas de la ambición del hombre
Había labradores ricos en La Jara. Eran personas que se dedicaban a amasar fortunas con las dádivas de las tierras que les faenaban campesinos y jornaleros. Ese afán de poder, no se ha de olvidar que estos ciudadanos ostentaban rango gobierno concejil, llegó a hacer que la sangre llegara al río. Disputas por espacios de regadío, tierras roturadas indebidamente, etc.
Cuentan las crónicas sobre Ginés de Mondéjar, que tumbó un mojón en El Peral cuyo punto establecía dos términos municipales. Los embargos de hazas de cebadales tenían un valor simbólico, pero fueron el detonante, en algunos casos, de conflictos desaforados contra un pueblo, el peraleño, al que los nobles de La Jara veían pobre, sin apenas territorio, y al que algunos terratenientes jareños habían invadido.
Las reticencias, y no poco odio, continuaban en la década de 1530. Los peraleños, en cuanto dispusieron de sentencia favorable para que los jareños con bienes en El Peral contribuyeran por ellos, comenzaron a denominarlos como “los reos”. Es más, amparándose en la pragmática que obligaba a contribuir por los bienes en el lugar donde se poseían y no donde vivían sus propietarios, los peraleños empezaron a considerar a los jareños como unos renegados que antaño habían abandonado su pueblo para irse a vivir a otro.
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La historia habla de hombres ricos con cientos o incluso miles de almudes de cebadales y viñas. Posesiones que eran defendidas incluso con la vida. Era, pues, más el sentimiento de propiedad que de arraigo, mimando las haciendas con incontable mano de obra hambrienta, pero cambiando de residencia fiscal para ahorrarse tributos.
Tal es el caso que pasa a los anales de historia la guerra entre El Peral y La Jara a causa de los abusos en apropiaciones de tierras, mediciones interesadas e incluso embargos de cebadales; episodios que forman parte de la revolución agraria producida en la segunda mitad del siglo XVI.
Matrimonios de conveniencia
Apenas encontramos personajes femeninos; poco se habla de la mujer, que permitía en muchos casos, un beneficio más para su marido que para sí misma. Poco se les nombra en las actas administrativas, si no era para identificarlas. Se les extirpa el nombre propio añadiéndoles la leyenda de la *“viuda de ..” o “la de”; aspecto que no parece hacerse para mantener la memoria del marido, más bien con objeto de identificar a la portadora transitoria de los derechos de las propiedades que resultan a favor de los descendientes.
Era usual que muchos hombres contrajeran matrimonio con mujeres de familias pudientes con tal de enriquecer el apellido del varón, que por sí solo no alcanzaría a brillar socialmente, escapando de entre los dedos también el poder local. Ciertamente, no hay que obviar que el amor sincero llenaba algunos hogares, y se evidencia su rareza al no encontrarlo, apenas, reflejado en las crónicas. Eran dos mundos paralelos y dos realidades distintas, un universo cuya sub esfera permanecía a la sombra de un yugo de género.
Una feminista en un mundo de hombres
Teniendo en cuenta lo dicho, hemos de pensar que Teresa de Ávila, acostumbrada a lidiar con el machismo, viera prontamente que su llegada y fundación del XIII convento de su orden pretendiera ser aprovechada por intereses más lucrativos que espirituales. Tal vez se preguntó la de Ávila qué molestias suscitaban las nueve mujeres apartadas por propia voluntad de la vida civil, y quienes se habían encomendado a la fe divina.
Santa Teresa quiere que sus monjas intervengan activamente en la elaboración de sus leyes. La clausura, …, ‘no es para que no puedan salir, sino para que nadie entre a gobernarlas’. ‘Esto es lo que temen mis monjas: que han de venir prelados pesados que las abrumen mucho’, escribe. La religiosa acusa a los sacerdotes de ‘malos cristianos’ y ‘negros devotos’ que ‘destruyen los conventos femeninos’ por prohibir libros a las mujeres.
La cara feminista de Santa Teresa | www.publico.es/actualidad/cara-feminista-santa-teresa.html
Desvelar el dato que arrojaría luz sobre quiénes eran aquellas “9 Jareñas” es primordial. La decisión de acceder a la orden fundada, añadiendo tres almas más, puras y castas, portadoras de apellidos de rancio abolengo, el caso de las hijas del acaudalado Mondéjar. La incorporación de una más, de apenas doce años, y otras que irían formándose en Santa Ana.
¿Quién -además de las mujeres que ingresaron como novicias- se benefició en Villanueva de la Jara de que Teresa de Jesús fundará el convento de Santa Ana?.
Teresa cuenta con 85 años, y sacando una mañana agua del pozo del convento, se disloca una mano, cayéndosele el cubo hasta el fondo de la perforación acuífera, donde aún se encuentra.
Pudiera ser que bajo el agua, el reflejo cristalino de la superficie plasme un espejo en que verse reflejada una sociedad donde la humildad era una característica de la clase más baja, estrato con el que Teresa de Jesús mejor conecta, y hacia la que el poder pretendía imponerse desde los gobiernos locales o las aldeas de los caciques.
La casa de Mondéjar donde Teresa de Jesús permanece un mes
Cuando Mondéjar ofrece su casa, como morada durante las semanas que permanece Teresa de Ávila en La Jara, no resulta difícil sospechar su interés por aumentar su rango social. No olvidemos que Mondéjar era rico y ostentaba gobierno. El palio que pudo imaginarse sobre sí, al dar albergue a la Madre Teresa de Jesús, en su propia casa, se desmoronó cuando la religiosa ordenó a sus tres hijas ante la negativa del padre. La decisión de sacarlas de aquella casa no puede pasarse por alto, por una parte este hecho interrumpía los posibles acuerdos matrimoniales de intereses, que se esfumaban -al menos- en aquella familia; por otra, la realidad que se viviera entre aquellos muros y ante lo que Teresa de Jesús intervino para salvar tres almas.
Mondéjar le dice que de entre las tres, sólo la mayor puede mostrar dotes para ser monja, Teresa de Ávila no discute; Las tres, no hay que dudar.
La salvación de mujeres, el verdadero milagro de Teresa de Jesús
Dejar atrás un futuro ya planificado y formar parte del grupo de mujeres que se casarán con dios y vivirán fuera de todo lo que no tenga que ver con la espiritualidad, pudiera haber resultado, creemos, un verdadero milagro.
Teresa de Jesús desea que las monjas sean independientes, autónomas, y de hecho, acaban eligiendo a sus superioras cada tres años, lo que supone una auténtica revolución’
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Tengamos en cuenta que, sí, en la época antigua, muchas niñas de familias nobles ingresaban en conventos para perfeccionar su vida, aprender artes, desarrollarse como buenas cristianas; no provocará extrañeza saber que muchas de aquellas novicias jamás regresarían a las garras de las dictaduras impuestas en las casa donde vivían.
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Bibliografía:
Algunos datos han sido consultados en:
Historia del Corregimiento de San Clemente
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El año mil quinientos de la Mancha conquense
Ignacio de la Rosa Ferrer
Los Papiros de la Madre Teresa de Jesús
José Vicente Rodriguez
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